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Mujer en la Plaza de Armas de Chuschi. Ayacucho. Foto: El Comercio.

40 años y no hemos aprendido nada

Ricardo Alvarado, COMISEDH

Publicado: 2020-05-17

Un día como hoy, Sendero Luminoso inició su guerra de veinte años contra el Estado peruano, a la que después se sumó el MRTA. Muchos fueron los que perdimos, algunos fueron los que ganaron. Pero lo peor de aquellos años no fueron los muertos, los desaparecidos, las mujeres violadas y los niños huérfanos; tampoco la infraestructura destruida, la economía arruinada y los proyectos de vida truncados. 

Lo peor de esos veinte años: aprendimos a valorar poco la vida humana, en pro de un supuesto bien mayor. Sendero justificaba sus muertos (en Ayacucho, la Selva Central o Lima) hablando de la sociedad sin pobres que iba a surgir después de cruzar el “río de sangre”; en nombre del combate al comunismo, el Estado creó una serie de campos de concentración y exterminio en territorio peruano: Los Cabitos, Estadio de Huanta, Totos, Capaya, entre otros.

Lo peor de esos veinte años: desde entonces sobrevaloramos la eficacia militar, como si las Fuerzas Armadas no hubieran fallado estrepitosamente durante muchos años, asestando golpes a ciegas y haciendo tierra arrasada allí donde debían proteger a la población.

Lo peor de esos veinte años: bastó con que un grupo de élite como el GEIN tuviera éxito, para que todo lo demás en la Policía Nacional pasara por agua tibia, a pesar de la ineficiencia y corrupción de muchos de los mandos.

Lo peor de esos veinte años: el racismo, la inequidad de género, las desigualdades socioeconómicas y las exclusiones siguieron intactas, tanto que hoy ni siquiera se puede hablar de ellas en público sin que te terruqueen acusándote de marxista, de comunista, hasta de senderista.

Lo peor de esos veinte años: no nos atrevimos a llamarle guerra civil a la guerra civil. Tenemos que llamarla “época del terrorismo”, “violencia política” o “conflicto armado”, como si no hubieran sido peruanos los que mataron a peruanos, como si Sendero y el MRTA hubieran venido de Camboya o de Marte.

Lo peor de esos veinte años: en algún momento se pensó que la mejor manera para evitar su repetición era esterilizar a las mujeres pobres, a las indígenas, a las excluidas. Tan excluidas eran y son las mujeres en el Perú, que ni siquiera la Comisión de la Verdad y Reconciliación investigó este grave y masivo crimen contra ellas.

Lo peor de esos veinte años: doce de ellos fueron bajo gobiernos democráticos. Ya vamos por la segunda transición democrática fallida (1980 y 2000), con “transiciones” como puentes que no llevan a ninguna parte. Y seguimos tan tranquilos llamándole “democracia” a la paz de los cementerios.

Lo peor de esos veinte años: entramos en una lógica de apoyo ciego o hipercriticismo, al punto que se santifica al gobierno o se lo demoniza, sin punto medio posible.

Lo peor de esos veinte años: el Estado le cogió tanto terror a la planificación (porque es “comunista”) que ahora no sabe siquiera quién es pobre y quien no, y se ha vuelto demasiado ineficaz para improvisar, demasiado centralizado para repartir, demasiado débil para expropiar.

Lo peor de esos veinte años: del mismo modo hipócrita en que llamamos héroe a Grau para perdonarnos a nosotros mismos por mandarlo a morir en un buque anticuado, nos acostumbramos a llamar héroes a los soldados por mandarlos a combatir mal equipados, en Ayacucho, en el Cenepa, en el Huallaga y en el VRAEM. Y ahora, del mismo modo, llamamos héroes a los médicos que combaten el COVID-19 sin delantales ni mascarillas.

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Lo peor de esos veinte años es que han pasado veinte más, y en esos cuarenta años no hemos aprendido nada.


Escrito por

COMISEDH

COMISEDH es una asociación civil sin fines de lucro, con más de 40 años de experiencia en la defensa de los derechos humanos en el Perú.


Publicado en

COMISEDH, Comisión de Derechos Humanos

Espacio de opinión (no necesariamente institucional) de los integrantes, colaboradores y amigos de COMISEDH.